El bar se construyó en 1865 y luego cerró por 23 años después que ocurrió una tragedia; más tarde permaneció abandonado, vandalizado y estuvo por derrumbarse pero nuevamente volvió a lucir todo su esplendor al haber sido restaurado.
Asimismo, en la esquina de las calles Chile y Perú, con una historia que se remonta al año 1865, un bar se erigía como un verdadero clásico entre los habitantes del pintoresco barrio de San Telmo. A la vez, era frecuentado por personajes variopintos de la zona, este legendario café porteño volvió a abrir sus puertas tras 23 años de cierre debido a una tragedia. Con una nueva administración, este icónico espacio recobró su esplendor y transporta a sus visitantes a una época pasada de la Ciudad de Buenos Aires.
En tanto, Lucas Pérez, un cocinero de zona sur graduado del Instituto Gato Dumas y con su propio local en Monte Grande, se encontraba en la búsqueda de un nuevo lugar para mudar su cafetería. Así, no encontrando opciones en su barrio, el destino le presentó una oportunidad casi fortuita. “Durante un fin de semana, mientras recorríamos la feria de San Telmo en familia, una esquina me llamó la atención”, relata Pérez. Allí se encontraba un edificio típico de la zona, totalmente abandonado, casi al borde del derrumbe, con vegetación creciendo por todos lados y completamente vandalizado. “Lo que más me intrigó fue un cartel gigante de venta. No lo dudé un segundo”, asegura el gastronómico.
Por otra parte, después de ponerse en contacto con los dueños, comenzó los trámites para adquirir el local -un proceso complicado debido a la cantidad de sucesiones involucradas-. “Durante un año negocié el precio, y en febrero de 2020 finalmente concreté la compra de la esquina”, cuenta Pérez, que ni siquiera sabía con qué se encontraría dentro del local. Sin embargo, al poco tiempo estalló la pandemia, por lo que sus planes tuvieron que entrar en pausa.
Luego a medida que las restricciones del confinamiento fueron levantándose, retomó el trabajo de restaurar la propiedad, comenzando por despejar todo lo que estaba tapiado. Al entrar por primera vez, quedó sorprendido al descubrir la esencia de lo que solía ser un típico bar porteño, que aún perduraban sus mesas, sillas, cafetera y heladera, a pesar de haber permanecido cerrado durante más de 20 años.
Por otro lado, mientras trabajaba en la transformación del que sería su nuevo local gastronómico, la gente del barrio no podía evitar detenerse frente a la esquina y notar la reactivación del lugar. “Me preguntaban si planeaba reabrirlo, y me comentaban que solía ser un bar muy querido por los vecinos de San Telmo. Incluso me cuestionaban si mantendría el mismo nombre: Saeta”.
En ese momento, fue entonces cuando el cocinero, a pesar de su experiencia en el rubro durante años, comenzó a sumergirse en el mundo de los Bares Notables. “A pesar de haberme dedicado siempre a esto, era un aspecto con el cual no estaba muy familiarizado. A medida que profundizaba en el tema, descubría más sobre la historia del bar”, explica Pérez. “Originalmente, era una especie de vinoteca llamada ´La estrella fugaz´, y en 1962 había abierto un restaurante en planta baja y un hostel en el primer piso, todo de los mismos propietarios. En aquel entonces, el bar operaba las 24 horas del día, con los tres dueños, inmigrantes españoles que llegaron a Argentina entre 1954 y 1957, turnándose para atenderlo. De hecho, incluso se podía pedir una milanesa con puré a las 4 de la mañana”, comenta Pérez .
Al mismo tiempo, todo el barrio le guardaba un cariño especial a Saeta y a sus dueños, pero después de casi 40 años en operación, el cierre definitivo ocurrió en 2001, no solo debido a la crisis económica que afectaba al país, sino también por un trágico accidente. “En el barrio se produjo una fuga de gas, que se acumuló en el sótano del bar. Un repartidor de gaseosas descendió al sótano y al estar ahí se produjo una explosión en la que perdió la vida”, explica Pérez. “Fue un golpe muy duro para los propietarios, quienes no pudieron reabrir el local después de ese suceso”, comenta.
Por otro lado, la idea de devolverle al barrio ese tesoro perdido comenzó a gestarse en su cabeza. Se puso en contacto con los antiguos dueños y comenzó a buscar fotografías que mostraran cómo era el lugar en sus días de gloria, con la intención de recrear fielmente esa atmósfera nostálgica. “Empecé a reconstruirlo poco a poco, adquiriendo los materiales y elementos necesarios para capturar el estilo característico de los Bares Notables de esa época porteña”, señala el nuevo propietario.
En tanto, lo primero fue abordar la parte del bar, desechando todo lo que estaba en mal estado, desde sillas hasta mesas, y tratando de rescatar lo que fuera posible. “Por suerte logré conservar un mueble original donde se guardaban las botellas y los pingüinos”, menciona Pérez. El siguiente paso fue buscar y comprar todas las cosas que se adecuaran a la estética del lugar. Por ejemplo, las heladeras antiguas hechas de madera. “Calculo que visité alrededor de ocho lugares antes de encontrar la adecuada”, dice Pérez.
“Fue un trabajo arduo; traje cosas de todas partes, me fui a La Plata, Tigre, Bernal. Tuve que conseguir mosaicos para el piso, las clásicas luces de tubo colgantes, ventiladores de época… Fueron muchas horas de búsqueda”, comenta el cocinero. En cuanto a las habitaciones del hostel, decidió demoler las paredes y en lugar de tener tres habitaciones compartidas, creó tres pequeños departamentos equipados para destinar a Airbnb.
Al mismo tiempo, una vez completado todo el trabajo de restauración, que implicó reforzar la estructura, derribar paredes o elementos que no eran originales de la construcción, añadir un baño y ampliar el sótano, finalmente logró obtener una réplica casi exacta del Saeta original. “A veces te dicen que gastas más arreglando que construyendo desde cero. Avancé paso a paso, comprando materiales cada vez que podía; la mayoría de las cosas las tuve guardadas dos años hasta poder instalarlas”, indica.
Luego de un tiempo más precisamente de cuatro años de restauración, el 8 de febrero de este año se inauguró oficialmente Saeta Café. “La reacción de los vecinos fue abrumadora; hubo personas que entraron y se pusieron a llorar. Fue una verdadera apuesta; estaba más familiarizado con zona sur y no había considerado San Telmo, pero las circunstancias se presentaron de manera inesperada. A veces, una idea se arraiga en tu mente y simplemente no podés ignorarla. Honestamente, nunca imaginé lo que encontraría en este proceso”, concluye Pérez.
Por otra parte, el restaurante ofrece una selección de platos porteños clásicos con un toque moderno, incluyendo empanadas, cazuela de mariscos, pastas y guisos según la temporada. Los postres sn tradicionales como flan y tarta de manzana. También hay cafetería desde temprano con alfajores, budines y sándwiches, con opciones que se irán ampliando según los pedidos de los clientes. Aunque no conserva la costumbre de abrir las 24 horas de la semana, Saeta Café abre de martes a viernes de 7.30 a 0, sábado de 8.30 a 0 y domingo de 8.30 a 20 horas.