El único centro educativo integral de jornada extendida de la Argentina, que cuenta con jardín maternal, primaria y secundaria para adultos, grado de nivelación y centro de actividades infantiles, permitiendo la educación de personas en situación de calle.
Personas que recién aprenden a leer y escribir van al aula vecina a leerles un cuento a sus hijos con sus compañeritos de jardín; armarios llenos de diplomas de primaria y secundaria guardados a solicitud de sus dueños a falta de mejor lugar; estudiantes decididos a defender un espacio que «es lo único que tenemos»: todo ello y más es la escuela Isauro Arancibia para personas en situación de calle que hoy celebra sus 25 años.
«El Isauro marcó un estilo, porque no es un proyecto que se pensó detrás de un escritorio, sino que toda la escuela se fue armando colectivamente en torno a las necesidades de este sujeto pedagógico, que es la persona en situación de calle», comentó la directora y fundadora de la institución, Susana Reyes. En tanto esas necesidades no se limitan a la terminalidad educativa de nivel primario o secundario, sino que contemplan también los déficits habitacionales, laborales y de educación de los hijos menores de 14.
Por otra parte, con sus más de 800 estudiantes en sus variados niveles, el Centro Educativo Isauro Arancibia (CEIA) es «el único centro educativo integral de jornada extendida» del país, comenta Reyes, con su jardín maternal, primaria y secundaria para adultos, grado de nivelación y centro de actividades infantiles; funcionando de 9 a 16 horas.
A partir de 2011, el CEIA es parte de la Asociación Civil Isauro Arancibia que además de la pata educativa posee otras cuatro: arte (talleres de música, fotografía, tango, fileteado, entre otros), emprendimientos productivos (panadería, fabricación de ecobolsas, revista «La realidad sin chamuyo» y bicicletería), vivienda (Centro de Integración Social-CIS) y salud (atención bucodental).
«Yo estaba medio perdido cuando conocí este espacio. Acá aprendí muchas cosas, hasta quien yo soy», dijo a Télam Fabián Romero un joven de 33 que hizo la secundaria y aprendió diferentes oficios en el Isauro, y ahora está estudiando Ingeniería Informática en la UNDAV mientras vive en el CIS. El joven contó que supo por primera vez de esta escuela en 2011, «cuando estaba en consumo y parando en la calle, acá cerca».
A partir de una invitación de un estudiante de la escuela que él conocía, que un buen día se decidió a entrar «y ese mismo año hice un refuerzo de primaria y arranqué con varios talleres». «Venir a la escuela después de pasar la noche en la calle es muy difícil, en la calle tenés que cuidarte que no te roben las cosas, de la policía que te viene a decir que no podés estar acá…Los empleados de la estación de servicio me prestaban el vestuario para que me bañara y me afeitara, así podía venir a la escuela», comentó. Por tanto, cada año fue regresando por más porque «acá hay acompañamiento, venís y capaz pasó la mañana y no te dicen ‘che ya terminó tu hora, te tenés que ir'» sino que es posible quedarse «jugando al metegol o haciendo música».
Por otro lado, Reyes comenta que todo inició en 1998 cuando le dieron la tarea de abrir una escuelita primaria para adultos dentro de la sede de la CTA nacional para trabajadoras sexuales que no habían terminado la educación básica. «Algunas de las que trabajaban en Constitución nos empezaron a decir que había un montón de pibes en situación de calle que nunca fueron a la escuela, que no sabían leer a pesar de que ya eran grandes», contó. «Entonces fuimos a buscarlos para decirles que una escuela los quería recibir y, cuando empezaron a venir, lo hicieron con sus hijos e hijas», adicionó.
Paralelamente, los docentes no fueron suficientes para acunar los bebés de los estudiantes y al aula se agregó un corralito, origen de lo que desde el 2002 sería un jardín de infantes. Ya que «venía un montón de gente», se designaron más docentes y se abrieron otros dos horarios, pero resultó que «venían desde el primer turno y se quedaban hasta el último todos» porque no se querían ir de la institución.
A la vez, en el 2006 el ministro Educación de la Ciudad Alberto Sileoni aceptó convertir el Isauro en una escuela de jornada extendida para jóvenes y adultos, que empezó a funcionar en un edificio de la Uocra. «Fue un cambio muy grande, porque incorporamos el comedor y también empezamos con los talleres de oficios», expresó.
Paralelamente, un desafío fue qué hacer con los niños y niñas de entre 5 y 14 años no escolarizados que llegaban con sus padres pero que, por su edad, «no podían ir a la escuela primaria para jóvenes y adultos», con la consecuencia de que estaban «perdiendo derechos». Al mismo tiempo, esa situación se subsanó en 2010 solicitando a una escuela primaria vecina un «grado de nivelación» para el Isauro, o sea, un espacio de adaptación previo a la escolarización convencional, para chicos en edad escolar que nunca fueron o discontinuaron la escolaridad.
Más tarde, el Isauro se muda al actual edificio de Paseo Colón 1381, donde se constituye en Asociación Civil. En tanto, el coordinador del área de trabajo, Pablo Garacotch, indicó que la formación laboral es «transversal a la primaria y a la secundaria y después, a partir del aprendizaje en los talleres, tenemos nuestros propios emprendimientos donde aplicamos distintas variantes de la economía popular».
Asimismo, el docente afirmó que los talleres se fueron abriendo «a partir de las cosas que podíamos hacer y de lo que querían nuestros estudiantes», pero en articulación con la comunidad, como es el caso de la bicicletería que se originó en 2012 a partir de «una primera donación grande de cuadros de bicicletas que habían sido incautadas» por la Policía Federal.
Por otra parte, un problema adicional que se les presentó fue, según Reyes que «los jóvenes y adultos que acompañábamos en el ingreso a algún secundario una vez que terminaron acá la primaria, no se querían quedar y volvían a nuestra escuela», porque no se adaptaban. «Entonces abrimos un secundario en articulación con la UNDAV, donde los pibes cursan algunas materias y así ya quedan enganchados con la universidad», advirtió.
Paralelamente, ese mismo año de 2015 se crea el Centro de Integración Social (CIS) del Isauro que es un hogar convivencial de tránsito para mayores de 18 años que estudian en el CEIA. Asimismo, entre 2013 y 2017, la comunidad del Isauro estuvo en pie de lucha contra los embates del Gobierno de la Ciudad por desarticularlo y trasladarlo, para luego poder demoler el edificio en función de las necesidades del trazado del Metrobus. A la vez, el recorrido fue modificado y el CEIA no sólo no se tocó, sino que incorporó terrenos linderos.
En tanto, el conflicto «fue un eje pedagógico con el cual trabajamos ciudadanía con los pibes» que de muchas maneras creativas expresaron su rechazo a la mudanza, incluyendo la participación en una sesión de la Legislatura donde «recuerdo que un alumno nuestro, le decía a (el ex subsecretario de transporte Guillermo) Dietrich ‘yo nunca tuve nada en la vida, lo único que tengo es esta escuela y usted me la quiere tirar abajo'».
Asimismo, la respuesta del funcionario fue que el nuevo sistema de carril exclusivo para transporte público iba «a ser muy bueno para mucha gente», cuestión que remató con la promesa de invitarlo «a dar una vuelta en Metrobus». «Yo le acepto su invitación si usted acepta la mía, que es dormir una noche en la calle», fue contra oferta del estudiante que la sala festejó.
Actualmente, la lucha es por conseguir que la Legislatura de la Ciudad vote la recategorización del Isauro como «centro educativo de funcionamiento integral» lo que permitiría prevenir nuevos intentos de desarticulación de un centro que «no funciona por separado».
«Para mí el cambio más cualitativo en los estudiantes que pasan por el Isauro es que se empiezan a sentir personas, a proyectarse y pueden hacerlo porque acá la mirada es distinta y les permite ir generando proyectos de vida y herramientas para realizarlos», finalizó Garacotch.